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Pesca artesanal en Mbour

  • Conichigua
  • 24 feb 2016
  • 4 Min. de lectura

Viviendo tan cerca del mar, en Senegal, es imposible no encontrar pescados frescos y deliciosos. En el mercado, todos los días hay grandes cantidades de distintos pescados recién salidos del mar. Y todo se aprovecha, nada se tira. Sentía curiosidad por ver cómo se realiza la pesca aquí, así que me cogí la cámara y me puse a curiosear por la lonja de Mbour. Lo que encontré es una forma muy distinta de pesca a la que estamos acostumbrados a ver: se trata de la pesca artesanal.


A las afueras de Mbour se siente un olor extraño y un poco agobiante. Son los secaderos de pescado que se encuentran a lo largo de sus playas, donde los cayucos hacen sus descargas diarias de pescado y marisco que, después hombres y mujeres se ocupan de limpiar y secar al sol.


El mercado de Mbour es el tercero más grande del país, por lo que es más bullicioso que otros que se encuentran a lo largo de la costa. Frente al mercado, todos los días a las 6 de la tarde llegan de faenar las coloridas canoas de madera. En la playa, el suelo arenoso se llena de montones de pez espada, cabracho, tiburón, pez martillo, raya, caracolas gigantes, lotte (conocida aquí como Ronaldinho -en la foto se ve por qué), barracuda y muchas especies más.


Muchísima gente trabaja aquí en cualquier cosa relacionada con el pescado. A parte de los principales, como pescadores, los vendedores o los secadores, también se encuentran oficios de otro tipo como los que hacen de guía para cualquier extranjero que se asome a la playa a curiosear hasta los que montan un restaurante improvisado, como una mesa bajo unas telas para protegerse del sol y donde se fríe el pescado; o colocando sus barbacoas en la misma playa, justo al lado de las montañas de despojos (para dejar espacio a los pescadores) donde se cocina el pescado recién salido del mar a la brasa.


Detrás de la playa se encuentra la lonja, pero el mercado es tan grande que también se extiende por la playa, donde uno puede encontrar a multitud de mujeres que limpian y venden pescado.


Algunas, además, preparan picadillo para hacer albóndigas. Otras limpian gambas. Chicos jóvenes recorren los pasillos con palos de donde cuelgan bolsas de plástico para vender. Hay quien vende el acompañamiento para el pescado: lechugas, tomates, cebollas, etc. U otros que poco tienen que ver con el propósito central como chanclas o ramitas de tamarindo para blanquearse los dientes.


Cuando cada día las barcas llegan con sus cargas, hay metidos en la orilla unos cuantos hombres entrados en años esperando con cubos vacíos mientras sus mujeres les aguardan en la playa. Son los "jubilados". Sus sucesores en la profesión les ayudan, dándoles una parte de la captura para que ellos y sus familias puedan comer.


El sector de la pesca en Senegal da trabajo a 60.000 personas, e indirectamente a más de 600.000. Representaba casi un 2% del PIB, además de ser una fuente básica de proteínas para la mayoría de su población. Lamentablemente, siempre han visto peligrar su situación debido a acuerdos internacionales abusivos desde los años 70. En estos acuerdos, no sólo no se tiene en cuenta una pesca verdaderamente sostenible a nivel global, sino que no se contempla la forma en que afecta a la vida cotidiana de los senegaleses. Aun así, cada mañana los senegaleses salen a la mar con sus cayucos de madera a pescar lo que hayan dejado los grandes buques extranjeros.*


Sin embargo hay a quien toda esta situación le parece bastante justa. Por ejemplo a Julio Morón, director gerente de OPAGAC (Organización de Productores Asociados de Grandes Atuneros Congeladores) quien alega textualmente que "ellos [los senegaleses] podrían pescarlo [al atún], como nosotros [los europeos], pero durante todos estos años sin acuerdo no han sido capaces de desarrollar una industria pesquera”.


Tiene razón el hombre. Si en todos estos años (desde 2006, ¡anda que no da tiempo a desarrollar una industria pesquera equiparable a la europea!), Senegal no ha sido capaz de desarrollar en este tiempo lo que a Europa le ha llevado decenios además de subvenciones de dinero público, pues allá ellos. Será que no se les ha dado ventaja. Si es que les gusta demasiado salir a pescar en alta mar con esos barquitos tan pintorescos, pero esto es el mundo real, en la globalización hay que espabilar. Dejarse de tanta pesca artesanal e ir a por la industrial. ¡Que no estamos en la Edad Media! Si hasta los "hippies" esos lo dicen (Greenpeace recogía en su informe Monster Boats: "Se necesitarían más de 50 embarcaciones tradicionales mauritanas faenando un año entero para capturar lo mismo que un buque perteneciente a la Asociación de Arrastreros Congeladores de Pesca Pelágica captura y procesa en un solo día"). Si no se lo toman en serio, es que no les importa tanto como a nosotros.*


Además, añade que "el atún es una especie migratoria, no vive en aguas senegalesas. Pasa por ahí y punto". Es decir, el atún no es senegalés, así que podemos hacer lo que queramos. El atún migra. Podríamos esperarle en otras zonas, por ejemplo en las nuestras, pero nos vamos hasta Senegal y así no perdemos tiempo. ¿A quién hacemos daño? Si al final el atún iba a ser capturado de todas formas.


Sin embargo, no es solo cuestión de dinero, sino de preservar nuestro planeta. Según Greenpeace, hablando ya a nivel global, si la pesca industrial sigue al ritmo que ha hecho hasta ahora, muy pronto las especies que consumimos desaparecerán y los ecosistemas marinos se verán deteriorados de forma irreversible. Por ello es tan importante la pesca artesanal.


Pero, ¿qué podemos hacer nosotros? Como consumidores de pescado debemos informarnos sobre el origen y método de pesca de las especies, exigir etiquetado y apostar por un consumo de pescado sostenible.*

*Los datos que comento arriba proceden de los siguientes artículos que recomiendo leer:

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